domingo, 24 de julio de 2011

El Gato

Paco se encontraba parado en el pequeño cuarto oscuro al que llamaban lavandería, que también utilizaban para acumular basura, era una tarde nublada pero fresca, la precipitación de lluvia se hacía evidente, pero no llegaba. Carlos entró en la cocina, frente a la cual estaba el cuartito oscuro, y observó a Paco restregar una camisa en el fregadero.
–Paco, puedo hablar contigo un momento?– le dijo
–Claro, te sucede algo?– preguntó un poco preocupado, dejando de lado su quehacer
– Es algo muy importante, de verdad serio.
Ambos se miraron unos momentos, se detuvo, sabía que tenía que continuar, Paco lo esperaba, cada uno conocía el orden de la conversación.
– No quiero que respondas ahora– dijo por fin– sólo que lo pienses, medítalo un tiempo antes de que decidas.
–Claro, qué es?
–El depa está muy solo y pensaba que sería buena idea....
–No– lo interrumpió– no tendremos un perro.
–no es un perro, quiero que tengamos un gato, que no es lo mismo.
–Un gato– repitió, al tiempo que volvía a su actividad– Y quién lo cuidará?
–yo, por supuesto, me encargaré de todo: comida, arena, cuidarlo, mimarlo, ya sabes, todo lo que implica.
–Ni siquiera te haces responsable de las cosas básicas.
–He cumplido con mi parte, trato de no ensuciar....mucho.
–Bueno–dijo Paco, barriendo con la mirada la sala y cocina del lugar– eso es cierto, pero soy yo quien se encarga de todo, terminaré cuidando del pobre animal.
–¡Claro que no!– levantó la mano en el aire cerrando el puño, en señal de determinación– deja que te demuestre que soy responsable.
–De acuerdo– respondió sin prestar mucha atención– dejame pensarlo.

Pasaron los días y ninguno de los dos tocó el tema de nuevo, se había quedado en una platica ocasional, sin ninguna consecuencia aparente. Carlos regresaba del centro, subía las escaleras de la zona, rumbo a su departamento, con una ardilla sobre el hombro, al llegar al último nivel, la ardilla rompió el silencio de la caminata.
–Qué te dijo Paco acerca del gato?
–Todavía no responde–dijo Carlos sin voltear a verla.
–No te das cuenta–dijo la ardilla rasgando su camisa con sus manitas–ya te respondió, es su forma de decir NO.
–La verdad–agregó Carlos en tono calmado, subiendo las escaleras de su edificio– es que no hemos vuelto a tocar el tema desde que le dije que lo pensara.
–Pues que terco eres–le dijo la ardilla al tiempo que él metía su mano en el bolsillo de su pantalón– es claro que la respuesta es no.
–Pues te equivocas–responde él, abriendo la puerta del departamento– siempre eres muy negativa.
–Soy realista, entiende la indirecta.
–Siempre he sido malo para las indirectas–dijo el chico, entrando al departamento– además, debes aprender a ver más allá.
–A.....qué te....refieres?–preguntó la ardilla, estaba un tanto ocupada mordiendo la camisa de Carlos.
–A que Paco quiere un gato– se sentó en uno de los banquillos de la sala– pero no quiere tener que preocuparse de él, sólo tengo que hacerlo ver.
–Como quieras, pero lo veas como lo veas, te estás engañando– se bajó del hombro del chico y se echó sobre la mesa.

Unos días después, Carlos decidió que era tiempo de afrontar a Paco, tenía que saber lo que había decidido, así que salió de su cuarto y entró al de él.
–Paco, que onda, qué haces?
–Leyendo unos trabajos para la clase de mañana.
–Ohhh, que bien, oye– se quedó callado unos segundos, llevándose la mano al cabello y revoloteándolo– has pensado sobre el...
–No, no tendremos un gato.
–Pero lo pensaste lo suficiente?– se llevó las manos a los bolsillos–estás seguro?
–Sí, estoy seguro– dijo, con tono fulminante, había tomado su decisón.
–Ohhhh, ya veo– comentó Carlos, había entendido– es una lástima, un gato estaría bien con nosotros– se dio la vuelta y salió del cuarto de Paco, tenía la mirada apagada, cosa rara en él.
Paco se quedó en su cuarto, vio a Carlos salir, le pareció un poco triste, entonces pensó que tener un gato no sonaba tan descabellado.
–¡Espera!– dijo Paco, alcanzando a su amigo– en verdad te haras cargo de él? cuáles serían tus responsabilidades?
–Claro que me haré cargo de él– se dio la vuelta para ver a Paco– me encargaré de todo, ya te lo he dicho.
–Estás seguro?– preguntó Paco, se llevo la mano al mentón, como pensando.
–Estoy seguro–respondió decidido.
–De acuerdo– una sonrisa escapó de su rostro– tengamos al gato.
–¡Lo sabía– lo señaló con su dedo– sí querías un gato!

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